Crítica política a la información

Hoy el derecho de la soberanía es el lujo de los países ricos. Cuando los países pobres ejercen su patriotismo se los declara populistas. O mucho peor, terroristas, y constituyen una amenaza para el mundo. Los países pobres solo tienen derecho de aceptar lo que otros deciden para el resto del mundo. ¿Y cuáles son esos países?, los mismos que integran el «gobierno mundial», los que deciden quiénes pueden tener armas y quiénes no, son esos países que bombardean ciudades en nombre de la paz. ¿Y quiénes están atrás de esos países?, las corporaciones, esas mismas que invierten dinero en invasiones para luego entrar con sus empresas después de los bombardeos. Muchas veces entran en los países sin siquiera tirar una bomba gracias a la ayuda de los gobiernos conservadores como el actual gobierno Argentino; el ingreso de los grandes CEOs a los gobiernos transforman al país en una corporatocracia. ¿Qué es una corporatocracia?, son los grupos de personas que manejan las grandes corporaciones y deciden el rumbo de un país. ¿Cómo deciden el rumbo de un país?, manejan los medios de comunicación o simplemente son los dueños de la comunicación[1] como el Grupo Clarín en nuestro caso, por medio de la publicidad o financiando campañas. ¿Cuántos noticieros auspiciados por una cadena de comidas rápidas hablaría libremente del colesterol? Estos empresarios muchas veces controlan a los políticos financiando sus campañas. Nadie elige a las corporaciones, simplemente se esconden detrás de un presidente (#MacriGato), hasta escriben sus discursos pero estamos tan distraídos que no nos damos cuenta (recordemos que ellos manejan la hegemonía de la comunicación). Cuando los CEOs entran en los gobierno su toma de decisiones suele ser dudosa ya que no sabemos a qué intereses responden y por lo general se trata de intereses personales –léase, ególatras individualistas-. ¿Y quiénes controlan a las corporaciones?, los grandes bancos que solo entregan los magníficos préstamos a las mismas. Y cuando algún gobierno se posiciona en contra de estos intereses se los llama populistas, terroristas, dictatoriales, etc. Son, en efecto, a los ojos de la sinarquía: el Eje del Mal. Es allí cuando volvemos al principio. ¿Estamos, acaso, frente a la serpiente que se muerde la cola? El sistema parece que está tan bien armado que no dejaron nada al azar. Las personas repiten a troche y moche lo que las grandes corporaciones quieren que repitas… Populistas, terroristas, dictadores. “Vamos a ser Venezuela”, “no queremos otra Cuba en Latinoamérica”, etc. Palabras del “miedo” que cualquiera pudo haber oído, en tanto su medio informático no sea una burbuja. Ellos, son los dueños de la circularización de la comunicación, pero alguien tiene que pararles la mano. ¿Seremos los protagonistas o los actores de reparto?

Eduardo Galeano no se equivoca cuando sostiene el concepto de soberanía como lujo, a grandes rasgos, porque los llamados países del tercer mundo a punta de pistola económica, tienen que sumirse a los mandatos de las grandes potencias. Sus soberanías están controladas por el imperialismo: la gran potencia norteamericana que le baja línea a los gobiernos del mundo. Pero cuando los países subdesarrollados alzan su voz, son silenciados, ninguneados, burlados. Si declaran su patriotismo, son tildados por la voz burguesa como nacionalistas, fanáticos, y en el peor de los casos como terroristas o dictadores: sucede con la República Popular Democrática de Corea (RPDC), sucedió con Cuba, con Venezuela, con Ecuador de Rafael Correa, con la Chile de Salvador Allende: populistas o dictaduras. El último caso es irónico porque una elección democrática justa fue derrotada por el fierro de la dictadura del liberalismo. Para el capitalismo: el grito patriota del país oprimido, simboliza un grito de guerra. Se ven, entonces, obligados a criminalizar la conciencia que despierta. Al pueblo como ciego y al gobernante como demagogo; como si no fuese ciego el pueblo de la dictadura del capital, y como si no fuesen demagogos los dictadores del capitalismo (Bush, Reagan, Nixon, Thatcher, Trump, Piñera, Netanyahu, etc.). En definitiva, el opresor sabe que si el oprimido conoce su tierra, que su tierra le pertenece, su opresión corre riesgo de liberación. Pero como ellos manejan los grandes medios, imponen el discurso dominante sobre quiénes son los buenos, y quiénes son los malos. Por supuesto, con eufemismos. Ellos necesitan del extremismo binario, porque significa simpleza; la simpleza es necesaria para la demagogia capitalista, puesto que es instrumento necesario para la adoctrinación de la burguesía. Cuando el socialismo se defiende, lo llaman dictadura; cuando es el capitalismo quien se defiende, lo llaman justicia. El sesgo ideológico, nos resulta evidente. Mas cabe preguntarnos, quizá retóricamente: ¿semejante sesgo evidencia a su vez la conciencia de clase? ¿O acaso es que sólo es el resultado de la enajenación? Es difícil establecer una diferencia a primera vista, pero creo que esta respuesta podría sondearse en las respuestas que pueda sostener nuestro ideólogo. Respuestas de índole moral. Porque el socialismo, ante todo, es una postura ética.

Hogaño el gobierno mundial no es una institución que opera en las sombras, sino la expresión que denota el núcleo duro del capitalismo económico, político, y social. Son las alianzas entre los opresores, para extender su cuota de poder hasta más allá de sus propias fronteras. Es que, para el empresario explotador, su patria no es su tierra sino su capital. Su dios es el dinero. La expansión de dominio capitalista no respeta fronteras, sea en el sentido económico o político –aunque están obviamente relacionados el uno con el otro-, como cuando exportan democracias, “paz”, mediante la guerra. Son los anarcocapitalistas, neoliberales, liberales, liberal libertarios; se hacen llamar de muchos modos, o simplemente, «demócratas». En palabras de Ann Bernays, la hija del manipulador de masas Edward Bernays, se explica la idea asociativa de su padre entre capitalismo y democracia, el

“capitalismo dentro de la democracia: democracia y capitalismo. Como un matrimonio. Enlazados, así. Él hizo eso manipulando a la gente, y metiéndoles la idea de que no podían tener una verdadera democracia en ningún lugar excepto en una sociedad capitalista. La cual era capaz de hacer cualquier cosa, de crear estas maravillosas autopistas o ir a ver películas en la casa de cualquiera. Teléfonos que no necesitaban cables, coches deportivos… Quiero decir, era consumismo. Pero al mismo tiempo, insinuaba de un modo divertido que la democracia y el capitalismo estaban unidos”.

Hoy podemos establecer una diferencia, entre lo que podemos dar en llamar como democracia capitalista, y democracia socialista. La primera se ampara en la legitimidad teatral de la representación, es indirecta. La segunda, en la legitimidad popular: es directa. Pero los medios de comunicación concentrados, repiten una y otra vez los mismos eslóganes en defensa de la ideología capitalista. Son, pues, propagandistas del capital. Y esta propaganda se extiende recíprocamente hasta la tarea de la publicidad empresarial; aquí es donde podemos dar en llamar a todo publicista del capital, como un realizador y ejecutor de la ideología capitalista: ya no es un publicista, sino un propagandista. La publicidad es la propaganda del capital.

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[1] "Desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta". Rafael Correa.