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El siglo del Nos


RPDC

El siglo XXI en el mundo es la culminación del Yo. El siglo del Yo se acumuló durante años de consecuencias de opresión y lucha, de abusos, de colonización y barbarie: la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo. Lo que es el principio de siglo es, sin duda, el final de una etapa. Y hay, al tanto, tiempo para prepararnos para el nuevo siglo que, sin dudas, será radicalmente opuesto al nuestro. El siglo XXII será el siglo del Nos.

Es necesario, entonces, repasar a gran escala los errores que no pueden volver a cometerse, y los entendimientos que no podemos ignorar. El liberalismo, entiéndase a éste en su sentido económico, ha pregonado, a causa de reflexiones pseudopsicológicas, la sola existencia del individuo, en su sentido político y filosófico. No hay sociedad, declaraba. Lo único que hay: son individuos. Esta forma de ver el mundo parte sin duda de una visión individualista, en su sentido egoísta. Se observaba a los individuos como entidades egocéntricas cuyos intereses sólo se reducían a manifestar su propia individualidad. En otras palabras, se exaltaba el culto a la personalidad del sí mismo. Los politiqueros liberales, de conciencia anarcocapitalista, que tanto le temen a los políticos populares, tildaban a éstos como dictadores, porque dictaban una conciencia colectiva, que pretendía la anulación de la visión egoísta del individualismo liberal. Los tildaban de demagogos, porque creían que utilizaban su retórica discursiva para anular la voluntad del individuo, y someterla a la voluntad de las masas. Sin dudas, jamás aceptarían esta terminología: voluntad de poder de las masas. Porque para ellos, eso es un engaño, ya que sólo hay voluntad en el individuo. Parecerían sugerirnos que no comprenden una matemática social simple: la voluntad de dos o tres individuos, suman la voluntad de un conjunto. Una voluntad individual, más otra voluntad individual, resultan en la voluntad de una pareja. Sin embargo hay que destacar que es hipócrita o deshonesto, o, mejor dicho, maquiavélico el hecho de acusar de propaganda a los colectivistas cuando ellos se basaron y fomentaron la propaganda individualista, desde sus inicios a partir de Edward Bernays, y posteriormente adhiriendo a algunas ideas de Wilhelm Reich. Con el primero básicamente surgió la idea corporativa y gubernamental de asociar a la democracia con el capitalismo[1], de asociar a la moral consumista con la moral democrática. De modo que para que haya democracia, tiene que haber libre mercado, tienen que existir empresas y corporaciones que puedan venderte basura. En otras palabras, para el liberal capitalista, la democracia se trata de permitir el libertinaje del capital. La democracia liberal se trata de otorgarle al opresor la libertad para oprimir. De esta manera fue que los estudios de mercado, estimulados por ideas psicoanalíticas, realizaron encuestras para establecer parámetros de deseos y personalidad, a fines de crear productos que amparen no sólo el individualismo capitalista, sino que exploten la idea de mercado y consumo, fomentando el culto a la expresión de la personalidad. Era (es) menester impulsar la creencia de que una personalidad individual necesita de una expresión particular. Esta particularidad podía (puede) encontrarse en el amplio mercado del consumo desenfrenado. Luego de realizado el consumo, la personalidad se expresa. Pero como el sistema consumista es patriarcal, porque es capitalista, cada expresión necesitaba competir con otras expresiones, a modo de competencia de personalidades, porque la diferencia hace a la singularidad. El capitalismo de consumo te vende la idea (o el deseo) de ser especial, de ser único, singular. Y el punto de esta mentira es: ya lo somos. Y si lo somos, no necesitamos, entonces, expresarlo a través de un consumo irracional y competitivo. Pero este punto es filosófico y no se ajusta a las ideas que necesita el consumismo del capitalismo irracional para sostenerse.

Por otra parte, se adhirieron ciertas ideas del lunático de Reich para expandir el consumismo atroz. Algo que incluso podemos observar hasta nuestros días. La explotación de la idea de la liberación individual para extender los límites del consumismo y el capital financiero. Éste sostenía que el individuo era un reprimido por la sociedad, y que para liberarse necesitaba sacar de sí su libido. Es decir: expresar su sexualidad. A partir de este punto se dio a luz al capitalismo de la hipersexualización.

Antes de proseguir con el punto anterior, quisiera realizar un punto y aparte para desarrollar la idea de la lucha de clases, a la cual Lenin dejó claramente expresada de un modo magistralmente sintético que incluso podría abarcarnos otro artículo, denotando la necesidad de la lucha no a causa de nuestra voluntad de rebelión del oprimido sino a causa de la voluntad de la persistencia del opresor[2]. Todos los países mínimamente independientes poseen la Gewaltmonopol des Staates, i.e. el monopolio de la violencia. A través de la fuerza del Estado, es que las revueltas populares son reprimidas. Quiero remarcar esto para resaltar que no sólo sucede en las soberanías mínimamente independientes, sino que en aquellos Estados donde su poderío militar y económico los eleva al rango de potencia mundial, la revuelta es aún más difícil en tanto se aleje del total de la población, porque el poder de represión es sanguinario y brutal. Y esto se notó especialmente en la potencia por excelencia: el imperialismo yanqui. Allí a finales de los años sesenta y mediados de los setenta, surgió la nueva izquierda anti imperialista, que estaba decidida, lógicamente decidida, a promover y llevar a cabo una protesta violenta en contra de la violencia de su Estado, principal impulsor de la hegemonía del sistema:


«No hay formas de estar comprometidos con la no-violencia en medio de la sociedad más violenta que la historia haya creado jamás. No estoy comprometida con la no-violencia, de ningún modo».[3]


«Queremos vivir una vida que no esté basada en valores materiales. Y aún todo el sistema, el gobierno y la economía de EE.UU. se basa en los beneficios y la avaricia personal y el egoísmo. De modo que para poder ser más humanos, para amarnos los unos a los otros, ser iguales con el resto, y no tratar de diferenciarnos, debemos destruir este tipo de gobierno, que nos mantiene alejados de los valores positivos de la vida».[4]


Estas manifestaciones fueron brutalmente reprimidas, hasta el punto del asesinato estatal. La reflexión aquí es: no es que la violencia no es el medio, sino que debe serlo en tanto medio de la multitud. Estos grupos no eran lo suficientemente mayoritarios como para lograr una revuelta total, una revolución. Desafortunadamente, se creyó imposible la lucha armada, pero no el sentido comunitario de lucha. La idea de lucha prosiguió empero por otros caminos: el pacifismo de la interioridad. Se sostenía que si no se podía cambiar el sistema por la fuerza, lo que había que hacer era modificar la dirección de nuestras observaciones, y en lugar de centrarnos en revolucionar nuestro entorno, el exterior, se centraron en revolucionar la personalidad, el interior. Esta creencia, aparentemente lógica, concebía la idea de que al alcanzar la paz interior, se iba a prescindir de las necesidades capitalistas, de los deseos irracionales que fundamentaban toda la economía del consumismo desbordado y la competencia; que de este modo, al realizarse un cambio interno, por consecuencia lógica, se terminaría por modificar el sistema circundante. Para decirlo de otro modo: una utopía. El problema de esto fue que el capitalismo se sostenía por la inercia de las mayorías, y que aquellos que alcanzaban una supuesta paz espiritual, perdían el sentido de lucha. Se capitalizaron. El pacifismo de la interioridad, entonces, finalizó por ser funcional al sistema que oprimía a toda una sociedad. A todo un mundo. Esta paz interna terminó por ser un escapismo.

Y aquí volvemos a la hipersexualización, no sólo en un sentido publicitario, sino, acorde a las ideas de Reich, como medio hippie para la liberación. Es clave diferenciar el sentido totalmente relevante de la liberación sexual, como fin en sí mismo, en tanto voluntades sexuales que comprendan el consentimiento; de la pretención de liberación sexual no como fin sino como medio, sostenido por ideas psicoanalíticas referendias a la abolición de la represión para liberar el ser. Porque el primer punto es parte de una lucha política legítima, que no excluye la lucha violenta contra la opresión sistémica y gubernamental, no obstante la segunda es parte de una lucha utópica y funcional al sistema que se pretende medio para la derrota del capitalismo, cuando en realidad sólo lo prolonga.

De todo esto, y acorde al manifiesto de Tiempos Modernos, es que podemos establecer una correlación de necesidades, que converjan en la derrota del sistema. Es decir establecer que para realizar una revolución externa, es necesario a su vez realizar una revolución interna. Porque de nada nos sirve cambiar el sistema si estamos igualmente corrompidos que aquellos a quienes estaríamos desterrando. De igual modo que de nada nos sive revolucionarnos a nosotros mismos sino optamos por dirigirnos hacia una lucha social que termine por revolucionar el sistema político, económico y social que nos cobija. Esto es, en definitiva, el aprendizaje de nuestros errores. Esto, en tanto mayorías. Pues es necesario alcanzar cuantitativamente la proporción de multitud, para ejercer grandes cambios. No pueden reprimir a todo un pueblo, si el pueblo es el consumidor de los grandes capitalistas. Y si están listos para hacerlo, debemos ser militarizados: militantes de la información y la idea, dispuestos a la lucha armada.

Finalizando, quisiera remarcar una crítica en cuanto a la expresión de la individualidad anteriormente mencionada, y es el hecho de la mentira que asocia a esta expresión con una necesidad. Lo que a su vez lo asocia con las ideas de democracia liberal y capitalista. Es por esta razón que los individuos aburguesados, hijos del capital, y progenitores sanos del patriarcado, se sorprenden cuando observan el estilo de vida de las poblaciones comunistas, por ej. en la República Popular Democrática de Corea, y sostienen a continuación de que eso no puede ser una democracia. Esta es la evidencia no sólo de la incomprensión de otras formas de ver el mundo, sino de la moderna asociación entre democracia y capitalismo con consumismo desenfrenado y expresión del carácter egoísta de las individualidades competitivas. Están alienados por el capital, y su cosmovisión parte de la individualidad, en oposición al colectivismo, a la sociedad, al nosotros. Son las últimas descendencias del siglo del Yo, son aquellos a quienes dejaremos atrás, nosotros, quienes ya nos estamos preparando para el cooperativismo democrático y directo, para la comunidad democratizada, la cooperación popular, la hermandad de todos los pueblos trabajadores: para el siglo del Nos.


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[2] "Ha pasado el tiempo del socialismo candoroso, utópico, fantástico, mecánico, intelectual, en que la cosa se representaba de la siguiente manera: convenceremos a la mayoría, trazaremos un hermosísimo cuadro de la sociedad socialista y la mayoría adoptará el punto de vista del socialismo. Han pasado los tiempos en que se divertía uno mismo y divertía a los demás con estas pueriles historietas. El marxismo, que reconoce la necesidad de la lucha de clases, dice: la humanidad sólo llegará al socialismo por la dictadura del proletariado. Dictadura es una palabra dura, cruel, sangrienta, dolorosa, y palabras así no deben lanzarse al viento. Si los socialistas han lanzado esta consigna es porque saben que la clase de los explotadores no se rendirá sino como resultado de una lucha encarnizada e implacable, y que tratará de encubrir su dominación con toda suerte de hermosas palabras". V. I. Lenin. Mayo de 1919. Obras Completas, Tomo 29, págs. 348 y 349.

[3] Bernadine Dohrn. Fundadora del grupo revolucionario Weatherman.

[4] Linda Evans. Miembra del grupo revolucionario Weatherman.


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